miércoles, 12 de diciembre de 2012

EL HUERTO QUE NUNCA EXISTIÓ /ALBERTINA MANSILLA



Coger frutos del huerto.
Rogar a la higuera
que florezca,
pero ella inmutable permanece
cubierta en su sombra.
Mirar la luna en el agua
en la noche de San Juan,
y no ver tu rostro
en el reflejo del cristal.


Lavarme desnuda en el arroyo
Al amanecer,
y sentir que la nada
cabe en la punta de un alfiler.


Salir de mi casa con una maleta
cargada de frutos amargos
y alejarme para siempre
en el túnel del tiempo.
Llegar a una aldea remota
donde los hombres caminan al revés,
pero nadie lo nota.


Seguir a una mujer virgen a punto de parir,
perseguir a un ebrio que canta canciones de Gardel,
cabalgar en el océano persiguiendo al Caleuche,
vivir en un hoyo negro alumbrado por un cometa
de millones de años luz.


Tragarme una lágrima
cuando está a punto de caer la noche
con su estruendo de penas.
Ver a los niños que caminan en la calle
Sin saber del regazo tierno de una madre.
Y la soledad vestida de negro
que se asoma por las ventanas
de una casa deshabitada en la ciudad
que nunca existió.


Albertina Mansilla: (Curamin, 1939). Poeta Chilena. Licenciada en educación por la Universidad técnica del estado. Profesora con mención en Educacion Diferencial. Trabajo por mas de treinta años en la (Dibam) Direccion de Bibliotecas Archivos y Museos. En 2007 participo como poeta invitada en la Feria Internacional del libro de Buenos Aires. Es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile y del grupo literario femenino”Por la senda de Gabriela”. Entre sus publicaciones destaca:” Esta sal que trae el viento”, Editorial Semejanza, Santiago de Chile, 2003 (en coautoría con otras poetas).

martes, 11 de diciembre de 2012

JUAN ENRIQUE PIEDRABUENA RUIZ TAGLE /SUENA LA CAMPANA



Suena la campana
Y ya estoy en el ring
Dispuesto a dar la última pelea
Miro  la hora y cuento los minutos
Pero hoy me ha llamado un amigo,
No sabía nada  de él hacía mucho tiempo

Quedamos de juntarnos un día de estos en su casa
Con los amigos de antes
Ver  jugar  al Fútbol Club Barcelona   por la TV
Celebrar cada uno de los goles del equipo
Como hacíamos  en el  propio campo del Barca
Hace más de  20 años.

Y otro amigo se atravesó en mi camino el mismo día
Por una casualidad
Cuando había bajado del metro por una  imperiosa necesidad

Me pareció un espejismo,
La resurrección de la carne
El fin del mundo
Pero nos tomamos un café esa mañana.




ALEXANDER VASS/ CARLOS BENEDICTO CERDÀ



Emily se apresta a enviar un correo electrónico, quizás el último, ha perdido la esperanza de obtener resultados en una búsqueda plagada de aflicción. Desde su adolescencia batalló por encontrar el lugar exacto donde estaban sepultados los restos de su padre.

Alexander Vass trabajaba para la empresa naviera Ropner Shipping Company, y, a pesar de sufrir una tuberculosis que lo extinguía día tras día, continuó su tarea a cargo de las calderas de la motonave “Wearpool”, no podía dejar de sustentar a su familia que lo esperaba en Escocia.

Emily, recordó el último mensaje que ella y sus hermanas recibieran de su padre: “Pórtense bien con su mamá, yo nunca regresaré”. Revolvió unos papeles y miró una vez más las fotografías que mantenía consigo, y, que alguna vez la empresa naviera le entregara a su madre. Nunca estuvo en ese lugar, pero imaginó la escena en el cementerio, en el límite mismo del desierto de Atacama, uno de los más áridos del mundo. Todos eran hombres -según lo exigían los usos y costumbres de aquella época-, algunos jóvenes, otros, más viejos. Vestían con formalidad, exceptuando el panteonero que lucía pantalón y camisa deportiva. El pastor protestante, de espalda a las sepulturas, leía la Biblia y los asistentes lo seguían atentos y afligidos. La expresión, “El otro soy yo”, simbolizada en aquel ataúd envuelto en la bandera del Reino Unido, no podía ser más fidedigna; Alexander Vass, un héroe desconocido del trabajo, engrasador de las calderas de la motonave, actor principal en esa última jornada, había trabajado hasta la muerte. Mientras tanto, los nichos vacantes, pasivos espectadores, esperaban ansiosos no sólo al occiso, también a todos aquellos que vendrían después de él. Emily, enfrentó nuevamente el ordenador, enjugó una lágrima y presionó la tecla “enviar”.

Días después y antes que lo imaginara recibía un mensaje de Nancy, una escritora chilena que había decidido intervenir en este insólito caso. Su primera hipótesis era que las fotografías correspondían a un cementerio más al norte del puerto de Antofagasta. Luego de un mes, Nancy confirma a Emily, que los restos mortales del marino Alexander Vass han sido ubicados en Tocopilla, a 188 kilómetros al norte de la ciudad de Antofagasta. El nombre grabado en la lápida, desgastado por el paso del tiempo y el ambiente salino del lugar, rotula: Alexander Wass y no Alexander Vass tal corresponde.

En 20 de octubre de 2012 un automóvil japonés blanco estaciona en la parte alta de Tocopilla. De inmediato un hombre ataviado por ropa arrugada, en manifiesto estado de ebriedad, corre tal aparecido en medio de un espejismo hacia el vehículo; se presenta frente a los recién llegados como el cuidador oficial del estacionamiento, sin embargo, el único otro ser viviente en esa zona está a cincuenta metros, en un kiosko, vendiendo flores plásticas a los  que llegan al camposanto. El sol es abrasador y la saliva se hace lija.
 
Los hombres calzan zapatillas, bermudas y poleras. Sin comentarios ingresan a través de una puerta desteñida y llena de huellas de fracturas de sismos pasados.  Confusos miran a su alrededor un panorama desigual. Un joven surge de manera fantasmal entre un centenar de nichos y tumbas. Al reconocer a los dos forasteros como turistas, les pregunta si los puede ayudar. El hombre más bajo le presenta unas fotografías y el joven reacciona de inmediato. “Eso es a la entrada”, dice con seguridad, “síganme”. La pesquisa continúa y tras caminar unos minutos se detiene como rastreando algo indefinido.  De súbito, el otro forastero, apunta hacia la segunda fila de nichos que tienen enfrente. Ahí se observa el símbolo de una cruz inclinada, más abajo: “Alexander Wass Q.E.P.D. El 30 de Oct. 1952 V.C.B.”. De inmediato, el extranjero, avanza y coloca al borde de la lápida las insignias de Ropner y un ramo de rosas rojas de plástico. Luego, los dos hombres, al unísono, llevan su mano derecha al pecho y permanecen en silencio. Han transcurrido 60 años desde que sus compañeros dejaran a Alexander entre el desierto y el mar y, que personas relacionadas con su antigua firma volvieran a rendirle un homenaje.

sábado, 24 de noviembre de 2012

EDITORIAL



Presentamos el cuarto numero de la revista literaria "Joan Brossa”. 
En este cuarto numero nuestra línea editorial pretende mostrar las creaciones 
mas recientes de los integrantes del taller: Carlos Benedicto Cerdà,
Juan Enrique Piedrabuena Ruiz Tagle, Carmen Grangier Saez y Albertina Mansilla, 
a partir del trabajo de lectura, y relectura de si mismos 
y sus afinidades o distancias con la tradición literaria. 
En este sentido postulamos a la idea de “intra-taller”como alguna vez 
el poeta Gonzalo Rojas definió el ejercicio permanente de leerse y releerse. 
Mantenemos también inalterable nuestra línea editorial, en lo relacionado 
al rescate y difusión de la literatura catalana y también de la tradición literaria chilena. 
Muestras de esto son el articulo de Carmen Grangier Saez sobre la poeta Maria Beneyto, 
y los textos de los poetas Jorge Ragal, German Rojas, Jose Luis Acevedo Daza 
y Juan Solis de Ovando, quienes además participaron como invitados especiales 
en nuestro tercer recital literario que tuvo como objetivo rendirle 
un homenaje a la generación del 70, además del vivencial articulo de 
Juan Enrique Piedrabuena Ruiz Tagle (escrito en colaboracion con Rodrigo Verdugo) 
sobre esta generación a la que llama “La generación perdida”. 
Se incluyen también en el presente nùmero textos de los (ya) activos colaboradores 
de nuestra revista como: María Del Pilar Piedrabuena Figueroa, y Jordi Traperho. 
Destacamos y celebramos también la reciente alianza entre la Fundacion Joan Brossa 
de Barcelona (a travez de Judith Barnés) y nuestra revista, lo cual nos honra 
y tambien nos compromete a continuar con esta labor. 
 
Joan Brossa hablaba de salir de la “Jaula del lenguaje”, 
he ahí el desafio de cada poeta, he ahí nuestro desafio. 
Celebramos la aparición del cuarto número de nuestra revista, 
con este breve poema de Joan Brossa que algo nos señala: 
 
Amor
 
Amor en este poema 
no existe el tiempo:
Todo el curso del Universo
Se da en el a la vez.
     

Rodrigo Verdugo
Director del Taller Literario "Joan Brossa"
Diciembre- 2012.