sábado, 23 de junio de 2012

CONFLICTO DE LEALTADES / FRANCISCO LE DANTEC GALLARDO


En los comienzos de los años ochenta, estando destinado en una repartición de Punta Arenas, cuando se produjo esta simpática situación que relato ahora. Me desempeñaba como asesor naval del Estado Mayor de la Región Militar Austral, el que en su mayoría estaba integrado por oficiales y personal del Ejército, siendo sólo unos pocos los que pertenecíamos a la Armada y a la Fuerza Aérea; el mando lo ejercía un distinguido General de Ejercito. Cierto día llegó a mis manos una directiva que emanaba del Alto Mando del Ejército, la que contenía aspectos que no eran favorables para los intereses de mi institución, la Armada. Esa misma tarde, en una reunión social, de las muchas que se desarrollaban en esa época en Punta Arenas, me encontré con el Almirante, Comandante en jefe de la Tercera Zona Naval, con quién mantenía una muy buena relación de amistad naval, que es la que se va formando después de años de servir juntos en diferentes buques o reparticiones terrestres, a pesar de las distintas edades y grados jerárquicos.
Lo lleve a un lugar más privado, porque en el cóctel habían muchas personas, especialmente varios oficiales del Ejército. Le conté lo que había leído.
Bien, -me contesto-. Esto le va a interesar mucho al Almirante Merino. Consígueme una copia del escrito.
Mi Almirante -le dije-. Haré todo lo posible para obtener esa copia. Acuérdese que es material desclasificado. OK-me contesto.
Es bueno recordar que en esos años el obtener fotocopias no era fácil, porque las maquinas fotocopiadoras no eran muchas dado su alto costo y volumen que ocupaban. En nuestra oficina solo había una, la que estaba controlada por el oficial ayudante del General, un Teniente Coronel de Ejército. Esto último hacia difícil cumplir la orden del Almirante sin ser notado.
Unos tres días después, un jueves, me encontré en una ceremonia con el Almirante, y él me recuerda que tenemos un asunto pendiente. Le doy mis explicaciones y me comprometo a hacerlo a la brevedad posible.
Llega el día lunes, y mi ayudante, que era un sargento de la Armada entró a mi oficina.
Mi comandante- me dijo- El señor Almirante quiere que vaya de inmediato a su oficina, en la Zona. Voy- digo colocándome mi parka y poniéndome mi gorra.
Mientras caminaba, cruzando la nevada Plaza Muñoz Gamero, pensaba que le diría, ya que presentía que se trataba del documento en cuestión. Recorrí las tres cuadras que separaban ambas oficinas, con una inquietud muy grande, esperando que el Almirante comprendiera los motivos de mi tardanza en cumplir lo que se me había pedido.
Llegando al segundo piso de la Comandancia en Jefe, el teniente ayudante me hace entrar a la oficina del Almirante, que me esperaba junto a otro comandante. Después de los saludos, felizmente tan cordiales como siempre, lo que me quitó algo de tensión, me pregunto derechamente por el escrito.
Mi Almirante- le conteste-. Usted sabe lo difícil que es obtener una fotocopia de un documento que está bajo custodia, como también el poder usar la máquina fotocopiadora. que tiene en su oficina el oficial ayudante.
Si- me contesto-, pero tú sabes que ese papel en especial, lo necesitamos por el bien de la Marina.
Ya lo sé- le contesté-, sin embargo comprenda que me resulta muy fuerte faltar a la confianza que me tiene mi jefe directo, el General.
Se que es así, -yo te conozco bien-, me respondió sonriendo, y agregó-, Dime una cosa.
¿Quien te paga el sueldo?     
-La Marina de Chile-le conteste, me despedí y salí de su oficina.
Regresé a mi oficina, camine por las calles nevadas, pensando ahora como cumpliría con lo que se me pidió. Especialmente, como revolvería mi conflicto de lealtades.
Llegando llamé a mi ayudante y le conté lo que me pidió el Almirante.
Mi compadre -me dijo-, Usted sabe que no debemos hacerlo por lealtad a nuestro mando.
Totalmente de acuerdo contigo, era lo menos que esperaba que me dijeras- le dije-, pero contéstame lo siguiente ¿Quién te paga el sueldo?
La Marina, mi comandante-respondió rápidamente
.
Y entonces -le dije-
A buen entendedor pocas palabras. Salió de mi oficina regresando unos diez minutos después con un sobre conteniendo el susodicho documento. Volví a la Comandancia de la Zona Naval, donde me recibió el Almirante, dándome las gracias. El sobre se envió de inmediato a Santiago en el próximo avión LAN que despego de Punta Arenas

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